Mikkel Vestergaard
es un emprendedor y también está enfadado. A los 19 años intentó crear una
compañía importadora textil en Lagos, Nigeria, y tuvo que salir corriendo del
país tras un golpe de Estado militar. Vivió posteriormente en Nairobi y en
Nueva Delhi. En todos estos lugares pudo comprobar en primera persona los
efectos devastadores del consumo de agua contaminada. Millones de niños mueren
todos los años como consecuencia de la ingesta de agua no potable. «Millones» no es sólo una
palabra, es una realidad devastadora, intenta imaginarlo. Al
retornar a su Dinamarca natal para hacerse con las riendas de una empresa
familiar decidió transformar sus actividades para diseñar y producir un
dispositivo parecido a una «cañita», capaz de eliminar los microorganismos del agua causantes de las
infecciones (LifeStraw). Al absorber el agua a través de esta cañita, el
dispositivo funciona como una «potabilizadora portátil». A día de hoy se han repartido ya cientos de miles de estas
potabilizadoras. Dispositivos así, pueden transformar la vida de millones de
personas. No sólo sirven para obtener agua potable, también tienen un impacto
positivo en la salud de la población más vulnerable: las mujeres y los niños.
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