Me acaban de regalar un libro, Start-up nation, que intenta
responder a una pregunta del millón: ¿Cómo puede ser que Israel, siendo un país
de 7,1 millones de habitantes, que goza tan sólo de 60 años de independencia,
que está rodeado de enemigos por todas partes que buscan su anulación cuando no
su exterminio, que vive en un constante estado de acoso, cuando no de guerra,
desde su misma fundación en 1948 y que apenas cuenta con recursos naturales,
produce más empresas de hi-tech, innovadoras y creativas, del tipo “start-up”
que todos aquellos grandes países que disfrutan de economías estables y en paz
como Canadá, Corea, China, India, Inglaterra o Japón?
Según apuntan los autores cuando surge una idea nueva, antes
de rechazarla, el israelí gasta tiempo en compartir la idea con otros, en
chocar cabezas, en buscar la manera de hacer que dicha idea sea posible
y realizable. La envidia, la incertidumbre apenas tienen lugar
y los fondos de capital riesgo son muy partícipes también del éxito.
Ganas de leerlo... (a ver qué sacamos!)
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